27.3.07

Poema cotidiano



Somos felices como ocurre en las películas
a veces llega la tristeza con cuerdas destempladas
yo digo
es la lluvia
es la humedad
es la luz que deja de colarse
es el rostro de mi hijo con sus ojos almendrados
es el alimento

Todo lo que hizo un hogar
y tejió el cuido
y desdibujó los alambres
todo lo que me sostuvo
y me enseñó nuevamente las palabras de amar
como leer cuentos a mis hijos pequeños

Así debe recorrerse la calle angosta del no lugar
sin otra filosofía
que la de ordenar a modo de distracción
una hebra suelta
en el bolsillo de un abrigo ajeno

16.3.07

Y qué más da...

Mi esposo y yo casi nunca salimos. Nuestras noches transcurren entre teteros, llantos y duermevelas -y ultimamente, por un virus estomacal, hasta amanecemos bañados en vómitos de niños y algo mucho peor que eso-.
Pero la otra noche fue diferente. Mi esposo, que es poeta como yo, fue invitado a recitar junto con un amigo en un reconocido, pequeño y exclusivo restaurant capitalino. El programa incluía a una banda de músicos -inventora del evento- que tocaría mientras ellos recitaban sus poemas.
Nosotros pedimos ayuda para que cuidaran a los niños, dejamos teteros, cenas, baños, cambios de ropa... todo listo para salir. En el último momento la diarrea in crescendo de Daniel casi me hace quedarme en casa, pero con teléfono celular en mano decidí salir y enfrentarme a la noche... ¡ta taaaa!
Resulta que la banda de músicos no organizó la cosa correctamente. Que la gente del local sabía a medias del recital. Que por exclusivo, apenas había catorce personas cuando comenzaron a leer, de las cuales una era yo, y dos eran amigas del poeta amigo de mi esposo. Que los otros comían sendas carnes a la brasa con papas fritas mientras los poetas leían sus poemas... y realmente, lo que se dice realmente, apenas dos o cuatro personas estaban interesados en la lectura. El resto, comía su carne y hablaba en voz un poco baja. Lo peor: la organizadora de todo hablaba y se reía con un grupete de cuatro mientras los poetas, sin haber sido presentados por nadie, leían sus poemas. Ella descaradamente le mandaba mensajes de texto a los de la banda para que "cantaran y tocaran ya".
El recital acabó muy pronto porque mi esposo y su amigo poeta apenas leyeron unos pocos poemas en ese extraño ambiente obligado. Yo me retorcía del hambre pues por exclusivo, los precios de la comida eran para cortarle la digestión a cualquiera. Mi esposo y su amigo llegaron a la mesa como si hubieran cometido un pequeño crimen: leerle sus poemas a gente que no estaba muy interesada en escuchar. Tuvimos la decencia de reirnos del incidente, incluso el amigo de mi esposo declaró que "era un ejercicio que hacía para el bien de su salud mental: hacer el ridículo al menos una vez al mes"... Nadie, ni siquiera el dueño del lugar, nos invitó no digamos a un suculento pedazo de carne con papas fritas, sino que ni siquiera nos ofreció el par de cervezas que tomamos. Tuvimos que pagarlas.
En fin. Yo me quedé triste, porque en vez de invitados, homenajeados, o qué se yo -ya que ninguno de los dos cobraba nada por leer- parecía que nos habían hecho la caridad o algo así. Mientras ellos leían, yo pensaba en lo difícil que es leer lo que se escribe, pensaba en el enorme esfuerzo que supone "abrir el interior", dejarlo al aire libre, exponerlo... sin otra razón que la de la fiel entrega. Lástima que esta vez la entrega ocurrió como en los circos romanos. En carne viva. Y qué más da... digo yo.

12.3.07

Blog que estás en los cielos


Blog que estás en los cielos, santificada sea tu esencia...
Perdona que no pueda estar todo el tiempo en ti, aunque tú estés todo el tiempo en mi. Finalmente, eres una forma de casa en el espacio.
No nos dejes caer en la tentación de olvidar-nos a nos-otros en esta vida agitada y febril.
¡ah! y no se te olvide librarnos del man, digo, del mal. Amen

Sí, le rezo al blog, pues renunciar a ese momento de obligado encuentro con el mundo interior en estos días-de-madre se vuelve una tarea fácil, y gacias al blog me encuentro obligada a escribir de cuando en vez y encontrar-me, pues este mundo virtual me recuerda de vez en cuando que "debo mantener activo el blog que abrí".

En fin, y aunque sea una actividad arto egocéntrica, me encantan los diarios, pues es como entrar en la vida ajena de un "otro" (aunque sea la mia propia).

Andrés se enfermó y luego le siguió Daniel, y para colmo yo misma quedé enferma sin poder echarme en la cama como corresponde a un virus fuerte. Noches en vela, vómitos, preocupaciones, visitas al médico. Pero me acompañan estos poemas vivos, digo yo, estos cables a tierra que son los hijos, pues en medio de la noche y luego de vomitar al menos diez veces, mi nené de casi tres años me dijo consternado "mamá, es que tengo un problemita"
¡No me van a decir que aunque fueran las cuatro de la mañana y ni yo ni mi esposo hubieramos pegado un ojo... esa frase en medio de la noche con una vocecita que intentaba explicar de alguna manera lo que le estaba ocurriendo... no era como para morirse de la risa y la ternura, cosa que hicimos por su puesto! Creo que nunca voy a olvidar esa frase. ¡Al menos eso nos quedó de la vomitona!
Mi hijo Daniel me enseña algo nuevo cada día, pues fue un paciente "bien paciente", que se sorprendía de lo que le estaba pasando, pero apenas los vómitos parecían aplacarse, él lanzaba su positivo "me siento un poquito mejor, mami".

Y de los vómitos aprendí que:
  • son de lo peor, aunque son aún peor si vienen acompañados de una diarrea fuerte
  • el primperan a veces no hace efecto, y entonces uno no sabe qué hacer
  • internet ayuda a las 3:00 de la mañana cuando uno no va a llamar al doctor para preguntar algo que parece obvio, pero que para uno no lo es
  • luego de vomitar, aunque te pidan "agua, dame agua" hay que dar sorbitos cortos y racionarla como si estuvieramos en la guerra del coso-bobo-loco