1.11.06

Jarabe de paciencia.

Ahora Daniel, mi primer hijo, tiene dos años y medio. Es un niño increíble -eso dicen todas las madres de sus hijos ¡pero es que es verdad!- y cada día me sorprende con sus cosas. Persigue la luna desde que pudo señalarla a conciencia y lo celebra eufóricamente cada vez que la encuentra. En su media lengua me suelta frases que realmente me han dejado patitiesa como la vez que no sabiendo bien lo que quería me dijo: “No me salen las palabras precisas” y luego resultó que la frase ¡era parte de una canción mexicana de esas de amor y dolor, que se había aprendido de memoria...!

Gracias a él he aprendido tantas cosas diversas e inimaginables… desde escribir en la computadora y concentrarme profundamente en lo que hago –como ahora- con él en las piernas bamboleándose de un lado a otro sobre mi cuerpo, hasta despertarme a cualquier hora de la noche como hacen todas las mamás. Yo jamás me imaginé capaz de ello, mucho menos de suspender un almuerzo. -¡Por nada del mundo! ¡La comida es sagrada!- me decía cuando estaba soltera y sin hijos, y ahora es rara la vez que desayuno, almuerzo o ceno sin estar pendiente de la comida de otros.

Siempre me supe una impaciente empedernida pues todo lo quiero ¡ya, listo, enseguida, rápido!... así que todos los matices de paciencia que gracias a él me entran en el cuerpo de manera casi natural me parecen el mejor de los aprendizajes. Ocurren de pronto, así, sin aviso, como cuando hoy, luego de una larga persecución para que se tomara la medicina, se botó la cucharada pringosa de jarabe rojo sobre la cara, el cabello, el pijama y las almohadas. Entonces ella -la paciencia- se derrama sin avisar sobre mi cuerpo,e inventa por mi una frase, un gesto, un modo, para limpiar-quitar-poner-llenar-engatusar al diablillo de mi hijo y dulcemente salirme con la mía. Yo también “pierdo la paciencia”, por supuesto, pero lo cierto es que desde mi primer embarazo potencialmente he desarrollado esa cualidad tan propia de las madres. Y es que tal vez ella, la paciencia, viene dentro del empaque ese tan especial de nueve meses…¿no creen?

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Lo que ha funcionado para darle las medicinas a Daniel:

  • explicarle para qué sirven las medicinas, con palabras sencillas y claras
  • agacharme y hablarle desde su altura, no desde la mia
  • decirle que aunque no quiera, se la tiene que tomar, y que si él no se la toma por su cuenta, hay que dársela a la fuerza
  • después de tomarse la medicina siempre hay un dulcito: un caramelo por ejemplo, para que pase el sabor de la medicina, y también un vaso de agua
  • en lo posible, no alterarme
  • cuando está enfermo y tiene que tomar varias medicinas, cada medicina que se toma representa un "punto" (en forma de calcomanías, pastitas, piedras, etc.) que vamos acumulando. Cuando llegamos a 10, por ejemplo, hay un premio sorpresa...
  • hay unas pastillas masticables -pediátricas- de Tempra para la fiebre, él cree que son caramelos y se los come muy feliz. Las tengo escondidas para que no las encuentre. Nunca las saco del empaque frente a él, se las doy como si fuera un caramelo.
A veces nada de esto funciona, y entonces se usa la fuerza. A la fuerza es: tomarlo fuertemente de brazos y piernas (sin hacerle daño). Si cierra la boca, taparle la nariz para que abra la boca y darle el medicamento.

Lo que no me funciona:
  • darle la medicina en el tetero, o en un vaso con jugo, pues siempre me descubre
  • que mi esposo y yo discutamos frente a él sobre cómo es la mejor manera de darle la medicina o qué recurso usar...
  • estar apurada
  • perder la paciencia

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

qué civilizada, creo que uno de los pocos acuerdos entre R. y yo era a la hora de darles la medicina a los niñitos cuando se ponían cómicos, los dos estábamos presente, uno agarraba al sujetico, le abría la boca y el otro con una inyectadora especial le disparaba contra la campaniña el asqueroso jarabe, de manera que ya no pudiera escupirlo. Además la técnica servía para que no vieran como monstru@ al que le tocara: mis papás, ambos son unos monstruos.

Algún día, si quieres cuéntame sobre las goticas en los ojos!!!!! eso si era para agarrar palco de la risa con mis dos hijos. Cuando después de 8 horas de verborreoa lo convencías de agachar la cabeza hacia atrás, siempre decian "un segundito un segundito, mami " e inventaban cualquier cosa para escapar. Qué de recuerdos ricosss, aprovechalos, se acaba pronto.
Qué suerte contar con un Blog que te medio obligue a registras esos recuerdos.

Besos

10:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

QUE HERMOSO !!!!! Que bonito leer todas esas cosas maternas y consejos... guauuuu!!!!! cuentas cosas por aprender no?
Me imagino que ha todas nos toca pasar por eso, bueno eso espero, con razon dicen que cuando nace un niño, nace una madre, antes no puede ser, es imposible, aunque - como en mi caso- tengas sobrinos con los que que lidear frecuentemente.
Es lindo saber de ti, que bueno que estas bien y que sigas creciendo con tu familia, gracias por estas gotitas de sabiduria, como siempre "MAESTRA DE VIDA" y por permitirme entrar en tu familia... seguiremos creciendo!!!! muchos besitos a los niños y un gran abrazo para ti
Yelitza

2:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mi me pasaba muy parecido a la Gata con mis hijos. Había que amarrarlos, ponerles esposas, amenazarlos con que si no habrían la boca se quedarían si piñata, los regalos de Navidad o el evento más próximo importante.
Por alguna razón que desconozco, el único que les gustaba era el Bactron o Bactrimel que servía como antibiotico suave. Era una crema líquida blanca pastosa que sabía a tiza licuada. Pero de ese pedían más, como si fuera frescolita.
Qué tiempos aquellos!!!!
La verdad es que me encanta tu blog porque sirve para rescatar esos recuerdos sepultados en alguna gaveta de las circunvalaciones cerebrales...
Besos y ponga una foto del segundo... que los segundos siempre se quejan de que no ponemos tantas fotos de ellos!!!!

4:25 p. m.  

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