1.12.10

Daniel Herrera y su dibujo de Ben 10



6.1.09

De nuevo hallacas...

Y otra vez hicimos hallacas en mi casa. Ya pasó un año (y como casi no escribí en el blog, ya ven qué rápido pasa un año ¡y que lo digan!). En fin, tradiciones son tradiciones, como muestra un botón. He aquí la familia, de nuevo reunida para el amasón del año

y que lo digan Milagros y Aliana. "Anita amasa la masa, amasa la masa, anita..."

Miguel limpiando las hojas, que como nos hemos vuelto cómodos y prácticos, ahora las compramos ya limpias (así lo dice la etiqueta: hojas de hallaca limpias), pero como igual desconfiamos, les pasamos un trapito.

He aquí la cadena de montaje, cuando el guiso estuvo listo, y nos organizamos lo suficiente como para armar la fábrica de masa-guiso-aceituna-adorno-hoja-y-amarre...



Y que nadie diga luego que las hallacas de su madre son las mejores porque las de mi madre, que fueron las de mi abuela y que ahora son las mias, son las mejores... Y menos mal que en esta familia en ese aspecto no hay conflictos, porque las mías son las tuyas y las suyas son las tuyitas y todas son de la misma madre... Como la santísima trinidad, amén.

¿Ud. sabe cómo se llega a Manzanares?


No se trata de una dirección, se trata del punto de vista de su hijo cuando está aprendiendo a hablar, y todas las hilarantes divagaciones de la mente y el espíritu que ensartan una palabra y otra para hacerlas afines... Es como reinventar el lenguaje, y verle los injertos a la jota y la inutilidad a la hache. En fin... un divertido entretenimiento recopilar las palabras que afloran de una lengua sin parámetros.


Veamos:

"Manzanares" cuando se trata de Bazar.
-Mamá, ¿hoy es el manzanar?
-¿Qué manzanar hijo?
-Ya sabes, esa fiesta donde venden cotufas y vamos a patinar, de la escuela... ¡El manzanar, mamá, el manzanar!


"Cafetal" cuando se trata de Cafetín.
Jugando a que atiende un restaurante, y yo soy el cliente. Quiero un plato de espagueti con cocacola.
-Pero aquí no tenemos cocacola, señora.
-¿No?
-No, pero en el cafetal de enfrente si...
-¿En el cafetal?
-Si, ese lugar en donde sirven cafe, y hielo, y también refrescos...


"Prisionero" cuando se trata de mesonero.
-Vamos a pedirle al prisionero...
-¿Al qué?
-Al señor que sirve los refrescos.
(¡Y trágame tierra si el mesonero escuchó, porque de mesonero a prisionero hay un pisillo...-¿0 un pasillo?-!)


20.11.08

Excursiones...


Mi esposo y yo vamos a salir a una lectura de poesía. Los niños han crecido un poco y ya nos atrevemos a dejarlos con una muchacha que los cuida. Nos revolotean alrededor, juegan, hacen muecas, se paran de cabeza.

Mientras me peino Daniel se acerca y me pregunta muy serio:

-Mamá... ¿ustedes se van de... "excursión"?- dice haciendo énfasis en la palabra, pero muy pronto se corrige

-Ah, no, no. No quería decir excursión... ¿Ustedes se van a una... "aventura" de poesía?-

Yo me quedo mirándolo, me dan ganas de comérmelo y le digo

-Si, hijo... Nos vamos a una aventura poética...


Y desde hoy en mi memoria quedan bautizadas todas las lecturas de poesía como "aventuras", palabra mucho más amplia que recoge lo que puede vivirse en un recital de poesia.


No hay nada mejor que comenzar a nombrar el mundo para encontrar las palabras definitivas y primordiales para cada cosa.

26.10.08

La leche que gotea...

Una amiga está amamantando. La escucho, y recuerdo todos los inconvenientes de esos seis meses con cada uno de mis hijos. Las dos horas libres entre sesión y sesión. Las casi ocho horas al día en una mecedora. La leche que goteaba -o salía a chorros- en el momento más inoportuno, por ejemplo en un supermercado, o haciendo el amor. Los pechos inchados o más que inchados, en su ser, ofrecidos al mundo como un trofeo. El hijo y su mano transparente en el pecho. La sed insasiable. Pero por sobre toda las cosas, recuerdo la sensación de estar alimentando al universo entero con algo milagroso, exacto e inexorable... En fin, a ella -y a todas las madres que andan o anduvieron en eso- dedico este poema que escribí hace tiempo.


EN NOMBRE DE LA CARNE


Estrías diminutas Piel sobrante
Un hijo y luego otro

El apenas nacido
manotea y flexiona a su paso
El otro
da vueltas por la casa acechando al misterio de la súplica
abriendo paso al ruego del amor

Algo sin nombre se estremece
en nombre de la carne

El poema se oculta en lo tibio
adormecido
aletargado
atisbando
Sabe de mi
por la leche tibia que gotea

Debe decir: -Coman
Beban
Nútranse-
pues pocas son las veces
en las que un alimento crece
sin ceremonia ni súplica de ser

12.10.08

Tiempos cruzados.


Es domingo y llevamos a los niños a una plaza inundada de otros niños con sus padres. Gritos de pequeños que ríen al tirarse por un tobogán, mecerse en un columpio o jugar con la arena. Me cruzo con un conocido que lleva del brazo a una hermosa adolescente.


-Es mi hija- nos confiesa -De pequeña siempre la traía a esta plaza todos los días. Aún venimos aquí cuando vamos de paseo. Nos gusta recordar aquellos tiempos.-


Exactamente a la misma hora encendemos los carros para marcharnos. Nosotros con nuestros dos locos bajitos que gritan entre juegos. El amigo con su hija adolescente, aún del brazo, terminando de comerse un helado. Tiempos parecidos y distintos. Cruzados y distantes.


Quizás volvamos a esta plaza un día de tantos, con mis hijos grandes y del brazo, a comer tan solo un helado...


8.10.08

De madre a robot...



Un secreto orgullo me inundaba siempre cuando pensaba en el término "supermujer". Los Angeles de Charlie, la Mujer Maravilla, las Chicas Superpoderosas en sus diferentes épocas de tv y con sus títulos grandilocuentes me hicieron sentir "parte de ese clan". Un clan. Alguno. Pues aunque las mujeres, "esas" capaces de hacer cuatro cosas al mismo tiempo como llevar un hogar, dirigir un escritorio de abogados, gerenciar un supermercado o un gupo de teatro -indistintamente- o hacer panquecas mientras se le saca la raíz cuadrada al epíteto tajante... "esas" formamos secretamente parte del club de las supermujeres, y aunque no nos reunimos en ningun sitio, ni tenemos distintivos, ni ganamos medallas, ni nada de nada... nos reconocemos en la calle por una pequeña gotita de sudor perlada que nos pasa por la frente sin arruinar el peinado o el maquillaje, por ejemplo, y cosas parecidas.

Pero el orgullo me duró hasta hace poco, cuando leí el libro "Creciendo con nuestros hijos" de Angela Marulanda. Uno de los capítulos titulado "El síndrome de la supermujer" que me leí en volandilla me definía a la perfección... ¡a la perfección! y fui feliz perteneciente del clan hasta que la lectura se tornó color de hormiga y comenzó una lista descriptiva muy desagradable. Veamos:
Las supermujeres
-consideramos que nadie en la casa hace las cosas ni maneja a los niños tan bien como nosotras
-nos sentimos culpables cuando nos sentamos a descansar un rato
-creemos que la única forma de que las cosas salgan bien, es si se hacen como nosotros decimos
-nos ocupamos de encontrar todo lo que los hijos pierden
-vivimos pendientes de los compromisos de todos los niños (y los del marido) para recordarles continuamente lo que deben hacer

Y luego terminaba con un "es preciso evitar a toda costa que en el afán por cumplir con nuestras múltiples responsabilidades perdamos la sensibilidad, la ternura, la alegría y la afectividad" y de inmediato recordé aquella vez en la que Daniel tuvo una pesadilla conmigo, y su pesadilla era que yo, su madre, era un gran robot... ¡iun robot!

¿Cómo había ocurrido aquella transformación? Tal vez cuando nació mi segundo hijo, me dije, y de cuidar un hijo pasé a la suma de dos al cuadrado, llevar la casa y seguir con mi trabajo como si nada hubiera pasado. Tal vez cuando se me borró el nombre, entre cesárea y cesárea, y quedó bordado entre punto de cruz y punto atrás en una de las capas internas de la piel, allá abajo, justo donde ahora reluce un pequeño cordón enrojecido... tal vez, me digo, cuando no fui más al cine con mi marido, y se acabaron las cenas románticas con velas, y se cambiaron por noches en vela cuidando algún niño enfermo. Tal vez.

Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena, me digo. Así que voy a ver cómo se hace para desandar el camino de supermujer, no sé si seré buena alumna en esto de desaprobar lecciones, pero ahí voy, haré el intento. Descuelgo mi medalla de oro, la dejo en el camerino, y salgo... Abandono el club, aunque sea por un ratito. Ya les hiré contando.

5.10.08

De nuevo en casa


El alma tiene una casa. Queda en el cuerpo, en alguna parte del cuerpo, y a veces pierde su lugar. Entonces el alma se escabulle y uno queda no tanto a la merced del viento, sino a medio camino entre el estar y el ser... en un limbo de perros, haciendo todo casi mecánicamente ¿Les suena conocido?

Yo hace casi un año que no publico en mi blog de madre. Mi última entrada: haciendo las hallacas (¡las hallacas de mi madre, pero también las de mis hermanas, toda la prole de todos y las mías propias!). Y pronto me tocará otra vez hacer las mismas hallacas un año más tarde... Así que sin pensarlo mucho, con el alma en el cuerpo otra vez, llena de mis ánimos, y mis alegrías, y mis sueños, y mis pensamientos -que son muchos, agolpados en el pecho-, otra vez me siento en la silla que me lleva al blog de mi mente y me digo: ¿por qué no? volvamos a escribir en el diario de madre.

Este lugar para las reflexiones y las dudas al aire libre, en una vida que por su ritmo y su color no nos deja el tiempo a veces para transcribir lo que vamos sintiendo... es sano y últil para todos. Bueno, siempre me han gustado los diarios, desde pequeña, asi que aquí estoy de nuevo, en la casa de siempre. No tanto para los amigos sino para mí misma ¡que tanta falta me hace!

Ahora que me levanto por las mañanas y digo como tantas otras veces en mi vida "¡un día por estrenar! ¡un día completo! ¡qué suerte tengo!" y salgo a ver la montaña que me saluda con colores espectaculares. Ahora que debo serenarme antes de dormir porque quiero vivir el día siguiente... hago el ejercicio también de serenarme aquí frente a las teclas para volver a este espacio de "especie de periodismo personal".

¿Mis hijos? Casi un año más grandes también. Pronto harán hallacas conmigo.

Daniel larguirucho y delgado, elástico como un rey, se para de cabeza y me mira con sus ojitos que brillan a mil. Siempre con su capacidad de olerlo todo... hasta a mí... y valga la anécdota por cómica: hace dos días llegué del trabajo cansada y sudorosa, nos acostamos a ver tele juntos, se arremolina junto a mi y de pronto dice: ¡mamá, por aquí huele mal!. Avergonzada me levanto de la cama, como si me hubiera descubierto un novio desarreglada y me baño con jabones de olor. Regreso a la cama, se me acerca, me huele y me dice: "mmmmm, ahora hueles a jaboncito mamá. Tan rico que me dan ganas de bañarme en tí..." ¡Toc-toc!

Andrés... ay, Andrés me derrite cada día más, porque es compacto y fuerte, siempre está de buen humor y es mi bebé aún. Yo lo quiero abrazar y él se escabulle de mi como diciéndome "déjame tranquilo". Independiente como un gato, anda por su cuenta pasándola bien.

Bueno... y gracias a Dios, aquí yo de nuevo "probando, probando, 1,2,3, al aire" para los días de madre que me tocan por vivir.