21.6.07

Días de pesca


El pequeño lago nos esperaba todos los veranos para pescar carpas. En Suecia eso estaba prohibido, pero no importaba porque habíamos inventado un oficio. Eramos pescadores. Muy temprano, preparábamos una masa blanca y gomosa con harina y agua y partíamos en bicicleta rumbo al parque. En el camino ibamos recogiendo niños. Amelia y Natalia, las hijas de Gori, y todas sus amigas, formaban junto con su padre un muelle de cuerpos felices. Era Verano y las carpas abundaban en el lago. Pescar era tan fácil, que luego el trabajo era volver a tirar todos los peces al estanque.

Nos sentíamos culpables por devolver los peces con una pequeña herida en la boca, y al mismo tiempo, aquello era una gran fiesta para todos los niños que disfrutaban exaltados la aventura de ser pescadores. ¡Un día pescamos 45 carpas amarillas!. Teníamos las manos llenas de baba de pez, y hasta un poco de cansacio porque lo que se hace por repetición pierde la gracia. Un día volvimos al lago en invierno. No pescamos ni un pez, ni tan siquiera uno triste o negro. Regresamos a la casa cabizbajos porque hacía frío, el cielo estaba gris, el parque no tenía hojas verdes y Amelia y Natalia no habían podido pescar... ni siquiera había otros niños para jugar a las escondidas. Ese día llevamos la caña de pescar en el hombro como un luto porque la magia de lo vivido no se repite, aunque vayas en su búsqueda, aunque corras por las esquinas para ver si lo encuentras. Hoy regreso a la memoria y gracias a estas fotos mi recuerdo se hace lúcido y nítido. Amelia juega feliz en el parque. Las carpas regresaron al estanque. Y todo eso quedó en algún lugar de nuestros cuerpos, transformado, suelto, en la quietud de lo pasado. Amelia y Natalia tienen ya 11 años. Nosotros tenemos ahora dos hijos que entonces no teníamos ni soñábamos tener. Amelia y Natalia tienen otra hermana que acaba de nacer. El lago no queda detrás de la casa y en cambio queda el ancho mar. Yo invento otros juegos con dos niños pequeños, porque en Caracas no hay ni lagos ni carpas que se puedan pescar. Pero ese Verano (aunque no vuelva ya) quedó en ese lago, impregnado de eternidad... porque supimos hacer con él un sello en el mapa de la vida... uno más.


3 Comments:

Blogger Carlos Eduardo Fuenmayor said...

MUY BUENO
es un placer leerte
UN FUERTE ABRAZO

7:41 a. m.  
Blogger La Gata Insomne said...

por qué será que puedes convertir una pequeña experiencia en este hermoso relato lleno de amor, de poesía?

Ahhh es verdad olvidaba que eres poeta, titiritera, madre añosa pero gozona y FELIZ!!!!
me encantó este relato

besos

6:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hay ocasiones en que puedo vivir una experiencia a través de algo escrito. Así me ha ocurrido con "días de pesca". He vivido esos días como míos, he visto las carpas coloridas y he escuchado la risa de los niños. He sentido el agua tibia del lago en el verano y el agua helada del invierno, también el desencanto de los niños al no haber carpas para pescar cuando hace frío. He imaginado la herida del anzuelo en cada una de ellas y he tratado de imaginarme cómo el agua iba cicatrizando y curando las lesiones. El tiempo ha transcurrido y como la memoria se ocupa de tener frescos algunos momentos que fueron luminosos, se pueden revivir los instantes y los lugares y a su vez un lector casual vivir la experiencia y hacerla suya.
Gracias por escribir algo tan hermoso.

3:25 p. m.  

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