6.12.06

Churrucuchú...

Andrés cumple cinco meses. Su mirada es penetrante y a la vez dulce. Es un niño pácido, alegre y tranquilo. No llora sino cuando tiene hambre, cuando está aburrido, cuando lo he dejado solo demasiado tiempo. Me exige tan poco que a veces se me olvida que soy mamá de un niño muy pequeño. El hijo mayor me llama, me busca, me grita, se monta sobre mí, llora y patalea demostrando de muchas maneras los celos naturales de quién siente su puesto robado. Andrés no exige sino ser amamantado a la hora que le toca, ser cambiado o bañado -cosas simples que alguna vez me parecieron muy complicadas, pero que ahora, con un hijo de casi tres años merodeando alrededor de mis faldas, me parecen hasta ejercicios relajantes de la maternidad...-. El día a día con dos niños pequeños, un trabajo donde soy jefa de otros, un hogar y un marido, es como para "sentirse borrada en el más allá". Pero, a veces me detengo en la cara de mi hijo pequeño, escruto sus ojos profundos y oscuros, veo cómo abre y cierra sus largas pestañas, cómo gira su cuello buscando un sonido nuevo, cómo se chupa sus pies recién descubiertos y pregunta mi amor más profundo: "¿Cómo eres? ¿qué traes? ¿qué tienes?" y aprovecho para besar sus gordos cachetes, para sacarle risas-de-vientre (esas que sólo los niños tan pequeños nos brindan, risas desnudas y sinceras, puro ombligo, puro cielo...), aprovecho para escuchar sus gorgoritos, o para, mientras duerme, escuchar cómo respira y cómo se acomoda calentito en mi hombro.
Es una frase común eso que te dice la gente: "aprovéchalos, porque crecen muy rápido"... ¡pero es una frase tan cierta! Sólo un mes van a tener un mes de vida... sólo un mes van a tener dos meses... sólo un mes van a tener tres, cuatro, cinco meses. Meses en los que un niño cambia velozmente, y cada día que pasa ocurre algo nuevo. Con el primer hijo sentía tanto cansacio, estaba tan complicada por aprender a ser mamá que esperaba con ansias que hiciera lo que los libros decían que debía hacer y el tiempo me parecía eterno. Ahora miro las fotos y me parece increíble que todo eso haya ocurrido y sea parte del pasado. Otra vez la vida me brinda el espectáculo de un nuevo hijo que crece en su primer año, y otra vez me encuentro ocupada en distintos menesteres: pero me gustaría estar sólo contemplando y disfrutando segundo a segundo cómo cambia mi pequeño bebé. Pero en fin... debo apurarme para olerlo, para estrujarlo, para mecerlo, para cantarle todo lo que quiera. El tiempo pasa y muy pronto ¡no será mi bebé!

3 Comments:

Blogger alejandra szeplaki said...

hola sonia gracias por tu bello mail. pasate por www.dianaraja.blogspot.com para que veas las fotos de una chica embarazada que tome y quedaron muy lindas

10:17 p. m.  
Blogger alejandra szeplaki said...

ahhhhh tu bebe en el chinchorro se ve precioso

10:17 p. m.  
Blogger un tordo said...

Sonia. pensaba en los tempos y ritmos distintos que nos toca vivir con nuestros padres en esa temprana infancia, a cada hermano nos tocó una tajada de vida de ellos tan particular, será por eso que somos tan diferentes o tan parecidos a nuestros hermanos?

3:03 p. m.  

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