12.12.06

El cuarto de Marga

Pronto Marga va a nacer. Marga es casi una sobrina pues estoy hermanada por una larga amistad con Danilo, su papá, con quien trabajé muchos años en Italia. Los dos somos titiriteros de oficio y ahora compartimos esta nueva y complicada profesión: "padres añosos"
Estoy muy emocionada y espero con ansia que me llamen por teléfono desde Italia para decirme: "¡Ya nació!".
En uno de sus últimos email Danilo me contaba sobre la habitación de Marga, y eso me hizo recordar la impaciente espera de ese último mes, de las últimas semanas, de los últimos días.
Los nueve meses son tan largos, tan cambiantes, que en el último trimestre se hace urgente "preparar" la llegada del bebé con la importantísima tarea de hacer y organizar su cuarto. Cada cosa hecha es pensada, medida, cosida, manoseada, sudada, bordada, clavada... cada papá pone un poquito a su manera como sabe, como puede, como quiere. Unos compran todo. Otros se ponen a fabricar los muebles. Otros lo hacen en el último momento. Otros comienzan casi desde el primer mes. Otros coleccionan cosas de familia.
Eligiendo el estilo y el color del cuarto de mi primer bebé me pasó algo que ahora me hace morir de la risa...Recuerdo que pasé más de una hora decidiendo la forma y el tipo de rodapié, más tiempo aún decidiendo el color de la habitación, y mucho más tiempo pintando el cuarto de un color amarillo quemado. Con gran dificultad, embarazada de seis meses, pinté el cuarto con la ayuda de mi hermano. Cuando mi esposo llegó, quedó horrorizado y cambió completamente las señas. "¡Necesitarás paz para amamantar a un bebé pequeño, no estos colores tan chillones!". Recuerdo que discutimos y finalmente él tuvo la razón. Volvimos a pintar todo. Compramos otro rodapie. En fin... hacer el cuarto de un niño es también de alguna manera comenzar a criarlo.
Pero la cosa que más recuerdo es cómo ese cuarto respiraba por las noches. Danilo también lo siente así. Esa presencia extraña, desconocida y amada flota en el aire de la habitación donde muñecos, tules y móviles esperan también y todo nos causa una extraña mezcla de temor y felicidad.
Recuerdo cómo entraba por las noches y me sentaba a mirar las cosas esperando que ellas me hablaran, insomne, perturbada y me preguntaba cómo sería ese bebe que iba a llegar, cómo lo escucharía llorar, cómo se movería allí mismo... metido en esa misma cuna. Cómo sería mi amor. Cómo. Era una pregunta que no tenía respuesta, porque aunque lo llevaba adentro de mi, lo sentía moverse e incluso lo había ya visto en un eco tridimensional ¡era un completo extraño!...Ni siquiera sabía lo que significaba eso tan manido de "ser mamá". Por más que me esforzaba no alcanzaba a comprender el Gran Milagro. Y puedo decir que esa habitación viva respirando que tanto me intrigaba me preparó de muchas formas para recibir el diploma de mamá. ¿Será por eso que la habitación de un niño pequeño guarda tantos hermosos misterios?