Querida Elisa:
Ya no eres "mi amiga, la pequeña Elisa", sino una mujer que espera. Que espera un milagro. Que espera mientras el milagro ya está ocurriendo y no lo sabe. El milagro de la creación y la vida. ¡Te felicito por tu próximo y primer bebé!
Muy pronto ese puntito de vida comenzará a reclamarte sus primeras y extrañas necesidades. Tanto es así, que el cuerpo se resiste y los primeros meses transcurren en una especie de lucha física por "aceptar" al extraño. Vómitos, náuseas, un cansancio supremo. El cuerpo no entiende qué es lo que está ocurriendo allá adentro, donde crecen desaforadamente células de otro ser. ¡Otro ser! Esa es la primera cosa que asombra: la absurda realidad de convertirse en una especie de Alien...
Los pensamientos a fururo son lo primero que hay que olvidar. No te angusties por cosas que van a suceder muy a largo plazo. Allá lejos estará la tarea de criar a un niño, darle de mamar, dar a luz. Todo eso va a suceder en mucho mucho tiempo. Ahora comienza tu viaje de transformación: un cuerpo cambiante con las hormonas haciendo de las suyas. Un tiempo interior para entender esos cambios y mirarte en un nuevo espejo. Un nuevo tiempo para la relación de pareja que va a emprender otros caminos, inesperados, novedosos e intensos en todos los sentidos.
Mi pequeña Elisa: aprovecha todo eso que viene y no lo empañes con angustias infundadas. Por una razón milagrosa el embarazo dura nueve meses, en ese tiempo la vida te prepara, te enseña, te nutre, te transforma para el hecho de ser mamá. Piensalo así: el embarazo es el tiempo de estudio para que la universidad de la vida te otorgue el título de madre -y padre para el padre- sin saber absolutamente nada de cómo ejercer esa carrera... ¡Así de simple!
Por ahora, piensa que un diminuto intronauta nada en tu cuerpo. Todo lo tuyo es suyo. Todo lo suyo, tuyo. Estarás mejor acompañada que nunca en tu vida (y ese recuerdo de milagrosa compañía nunca lo vas a perder, ya verás). En este momento quizás eso te parezca absurdo, pero el día en que veas su corazón latir, el día en que lo veas moverse, en que lo sientas dar patadas... vas a entender mis palabras. ¡Felicidades a los dos, madre y padre que emprendieron el camino del gran Milagro!