22.2.07

Cosas que dicen cuando aprenden a decir

Daniel se come un helado de palito en el parque. Lo hace con parsimonia, chupando apenas la puntita. Como madre controladora que soy, pienso: se va a derretir, se va a manchar, se le va a caer... etc. Le digo: "Pero Daniel, no lo chupes... ¡Muérdelo!"
Daniel me responde: "No mamá, porque se me acaba"

El otro día estaba en el baño haciendo pupú. Daniel también estaba en el baño jugando, de pronto se detiene y me observa detenidamente. Con los ojos muy abiertos me grita:
"Mamá, ¡tienes el culo marrón!"
Yo, algo cortada le digo lo primero que se me ocurre:
"Hijo, es que todas las personas tenemos el culito marrón!"
El se baja los pantalones, se mira entre las piernas y dice: "No, mama, yo lo tengo blanco..."

Una rica ensalada muy peligrosa

Esta mañana, con el apuro, casi convierto a mis dos hijos en una rica ensalada. Me explico: estres matutino de que tienes que salir corriendo a la guardería, Daniel correteando porque no se quiere poner la ropa, yo que lo persigo con la ropa en una mano y una medicina en la otra. Finalmente logro que Daniel se tome su medicina para la gripe y grita ¡¡¡¡¡¡¡¡¡guakala!!!!!!!!! con trago amargo, pero no hago caso y sigo con Andrés que también se tiene que tomar la misma cosa. Le hacemos entre Gori y yo un abrazo-chino-boa-constrictor y con un gotero comienzo a darle a gotitas, gu-gu, abre la boquita mi chuchi... y arruga la cara pero yo sigo gota a gota con mi remedio. De pronto me huele raro y el "oh, aquí hay gato encerrado" de madre se me enciende. Huele a VINAGRE... ¡La medicina huele a VINAGRE! La pruebo y algo peor: SABE A VINAGRE. Confirmo: ¡¡¡¡¡ES VINAGRE!!!!

¿Cómo una medicina puede convertirse en vinagre?

Pues no: nosotros mismos pusimos ese vinagre ahí. ¿Recuerdan cuando asistíamos a las marchas opositoras multitudinarias y teníamos que huir de las bombas lacrimógenas amenazados por la poli y para eso recomendaban llevar "un frasquito con vinagre y un pañuelo"? Pues bien: nosotros lo cumplimos al pie de la letra, sólo que entonces se nos ocurrió verter un poco de vinagre... en un frasquito de medicina infantil. ¡Qué ocurrencia de padres inexpertos! Pero así es, pues todos los padres somos inexpertos y los hijos tienen que sufrir las consecuencias de ser nuestros lindos conejillos. A la vinagreta. Mi pobre bebé de siete meses y medio probó por primera vez 1 cc de vinagre del malo.

MENOS MAL que la consecuencia de nuestra inexperiencia fué sólo casi convertirlos en rica ensalada, y no algo peor. Por lo tanto aprendimos -y compartimos con otros padres inexpertos lo aprendido-, o sea:
  1. no llenar NUNCA un frasco de medicina con NADA de NADA. Una vez que la medicina se acaba se bota el frasco BIEN LEJOS
  2. no llenar tampoco ningún otro recipiente, como: latas o botellas vacías de refresco, con nada peligroso. A raíz del incidente me enteré de que un niño se murió porque en una botella vacía de refresco metieron gasolina. El se encontró la botella y se la tomó.

18.2.07

Su primera fiesta de disfraces


Y aquí está Andrés, disfrazado de torito (aunque Daniel desde las alturas y disfrazado de príncipe, dice: "es una pobre vaca"). Como decía, aquí está Andrés en su primera fiesta fuera de casa, ¡y en otros brazos!

13.2.07

Entre guarderias te veas.

Estuve en la búsqueda de una guarderia para mi bebé Andrés choporrongo de siete meses. ¡Qué cosa tan difícil! ¿A quién dejarle la difícil tarea de cuidarlo? ¿Quién podrá hacerlo? ¿En quién confiar? Nada ni nadie me parecen suficientes. Llamo por teléfono, visito, pregunto, indago, busco en los rincones, observo las esquinas con mi cara de susto. Una fuerte depresión me invade cuando llego a lugares que no me gustan, donde cunas en fila y niños llorando esperan por sus madres. Parecen horfanatos, me digo. Mujeres que cargan y mecen en sus brazos a niños ajenos. Madres que llegan del trabajo con la cara desencajada. Niños muy pequeños que lloran, duermen o juegan en silencio. ¿Cómo dejar a mi bebé en algún sitio? y por otra parte ¿cómo no hacerlo si quiero trabajar y ser persona otra vez? Es la compleja batalla que libramos todas las madres profesionales. La doble jornada nos espera. El remordimiento también.
Al final encuentro un lugar que me gusta, una pequeña casa pintada de colores, mujeres que me reciben con los brazos abiertos, niños que corren felices. Tengo una buena referencia del lugar por unos amigos, en fin, hay que confiar, me digo.
Andrés ya lleva dos días de su corta escolaridad. Se porta como un rey. Yo le preparo sus cosas y por la mañana lo agarro como si lo raptara, como si una "otra" mujer mala saliera de mi y se llevara al niño lejos... ¡qué espanto! El primer día transcurre normal, pero el siguiente estoy como con el corazón encogido, pesado, triste. Un pequeño luto me acompaña y aunque sé que mi bebé está bien, mucho mejor que en casa, más atendido y más estimulado, paso el día preguntándome cómo lo duermen, cómo lo cargan, cómo le dan de comer. Si pudiera ver por un ojo. Me lamento de no ganar más para haberlo metido en esas superguarderías donde los puedes espiar por internet. En fin. Como decía un refrán: come toda la comida, para que tengas fuerzas, para que vayas a trabajar y te ganes el dinero para comprar la comida y podértela comer...

6.2.07

Poema

He parado de correr
mientras un hijo me alimenta con la mirada fija

¿será el porvenir?
He dejado de ser una persona seria
una persona que obra por su cuenta
que se nutre y obra
de ser una
en más de dos
mientras ya no cuentan los libros por leer
los ya leídos
las alforjas
En cambio
han tomado importancia las fotografías
los instantes
la vida vista a corto plazo
los paseos
incluso las panaderías
y aunque la cocina haya ocupado siempre un lugar
ya no es el de las citas
sino el de la intimidad del hogar
Ahora es vasta clara con terreno
y posee acres de amor almacenado en frutales
que aún no han nacido
se yergue sólidamente en mis propias raíces
En fin
se trata del centro a cambio de unas pocas monedas

Sonia González, poema inédito

3.2.07

Una mujer que espera un Milagro


Querida Elisa:

Ya no eres "mi amiga, la pequeña Elisa", sino una mujer que espera. Que espera un milagro. Que espera mientras el milagro ya está ocurriendo y no lo sabe. El milagro de la creación y la vida. ¡Te felicito por tu próximo y primer bebé!
Muy pronto ese puntito de vida comenzará a reclamarte sus primeras y extrañas necesidades. Tanto es así, que el cuerpo se resiste y los primeros meses transcurren en una especie de lucha física por "aceptar" al extraño. Vómitos, náuseas, un cansancio supremo. El cuerpo no entiende qué es lo que está ocurriendo allá adentro, donde crecen desaforadamente células de otro ser. ¡Otro ser! Esa es la primera cosa que asombra: la absurda realidad de convertirse en una especie de Alien...
Los pensamientos a fururo son lo primero que hay que olvidar. No te angusties por cosas que van a suceder muy a largo plazo. Allá lejos estará la tarea de criar a un niño, darle de mamar, dar a luz. Todo eso va a suceder en mucho mucho tiempo. Ahora comienza tu viaje de transformación: un cuerpo cambiante con las hormonas haciendo de las suyas. Un tiempo interior para entender esos cambios y mirarte en un nuevo espejo. Un nuevo tiempo para la relación de pareja que va a emprender otros caminos, inesperados, novedosos e intensos en todos los sentidos.
Mi pequeña Elisa: aprovecha todo eso que viene y no lo empañes con angustias infundadas. Por una razón milagrosa el embarazo dura nueve meses, en ese tiempo la vida te prepara, te enseña, te nutre, te transforma para el hecho de ser mamá. Piensalo así: el embarazo es el tiempo de estudio para que la universidad de la vida te otorgue el título de madre -y padre para el padre- sin saber absolutamente nada de cómo ejercer esa carrera... ¡Así de simple!
Por ahora, piensa que un diminuto intronauta nada en tu cuerpo. Todo lo tuyo es suyo. Todo lo suyo, tuyo. Estarás mejor acompañada que nunca en tu vida (y ese recuerdo de milagrosa compañía nunca lo vas a perder, ya verás). En este momento quizás eso te parezca absurdo, pero el día en que veas su corazón latir, el día en que lo veas moverse, en que lo sientas dar patadas... vas a entender mis palabras. ¡Felicidades a los dos, madre y padre que emprendieron el camino del gran Milagro!