22.5.07

Una linea oscura y clara me acompaña.


Desde pequeña, el contorno del Avila me ha acompañado. Y debe ser cierto que por las leyes físicas de la atracción (dicen que atraes lo que piensas, sea bueno o malo) el Avila llegó de nuevo a mi vida, en primera fila y sin haberlo pedido. Nunca soñé con un apartamento grande como una casa. Nunca me imaginé viviendo en esta zona de la ciudad y sin embargo, hoy me doy cuenta, recé toda mi vida internamente para que de alguna manera ese cerro maravilloso -esa linea clara y precisa que tiene casi todos los domingos, cuando amanece el cielo despejado y el Avila nos abraza con su majestuoso contorno- me siguiera acompañanddo.
Debe ser que cada vez que me asomé desde la casa de mi abuela al balcón, cada atardecer que disfrutamos mi abuelo y yo contando los aviones que pasaban antes de las 6:00 de la tarde surcando el horizonte, cada vez que suspiré de niña por un juguete, de adolescente por una flor, por una golondrina pasajera en ese mismo balcón... estaba conjurando estos atardeceres que disfruto ahora a conciencia. Debe ser que en Italia, cada año vivido, cada verano, iba persiguiendo felizmente el sol de las seis, ese que yo intentaba atrapar en éxtasis porque cual Principito me asombraba de que duraran tanto. "¡En mi país los atardecer sólo duran 10 minutos y aquí son eternos!" me decía. Debe ser que luego, años más tarde, cuando regresé al mismo balcón sin abuelos ni padres, ya adulta pero aun sin esposo ni hijos y disfruté por segunda vez en mi vida de ese encuentro íntimo con la montaña, seguía rezando. Entonces me preguntaba cómo hacer para comprar aquellos pocos metros que me asegurarían esa divina vista de por vida... me preguntaba asi sin mucho pensar, sólo como un conjuro, porque nunca he sacado muchas cuentas por un pedazo de tierra. Y he aquí que hoy, luego de más de un año en mi nuevo apartamento... ¡lo entiendo perfectamente! "Es que mija -diría cualquier abuela- usted rezó tanto..."
Ahora, gracias a este nuevo apartamento y luego de observar agradecida durante un año muchas puestas de sol, he descubierto que sólo en mayo comienza el gran espectáculo -y gracias a Dios dura algunos meses-. Los mejores atardeceres empiezan a mostrarse lentamente a mediados de este mes y el sol se esconde con galas. Verdaderas galas. Y la montaña se cubre de distintas oscuridades. Yo me preparo como el Principito, coloco mi pequeña silla, comienzo a rodarla y doy las gracias (no sé qué viene primero, si ver, o rodar la silla, o sentarse, o agradecer, o es que todo se va haciendo en esos diez minutos con una especie de relajado desenfreno).
Hace años escribí este poema. Al leerlo mi esposo pensó que era de amor y que lo había escrito para él. Para su asombro de lo que trata es de este asunto mío con la montaña. He aquí el poema:

Ahora que te nombro y vuelves
que estás
a cada paso de la mañana
que sigues ahí
cuando camino en el parque
que te retractas
los días de lluvia
que amaneces azul alguna vez
azul hoy en la tarde
y después negro
negro
negro

12.5.07

Para todos los chuchis...

En el día de la madre tengo que hacer un aparte y hablar de mi hijo Andrés que como es el más pequeño, en el blog queda negreado en casi todos mis cuentos y anécdotas. Tiene sólo 10 meses, y está en esa edad redonda, mullida y contorneada en la que los bebés andan por el mundo en cuatro patas y son una mezcla de tractor con camioneta 4 x 4 con serpiente pitón y boa constrictor con pez limpiador de un acuario muy sucio... ¡¡¡¡mi chuchi!!!!! Andas por el mundo probándolo todo, tocándolo todo con tu risa pelada de casi cuatro dientes.
Por las mañanas se despierta a las 6:oo am, a veces hasta más temprano, y voy con un sueño endemoniado a darle su tetero, al ratito no me importa porque los dos nos acostamos en el chinchorro y es la hora de los apurruños y los besos. Luego quiere suelo, suelo todo el tiempo, pues ha descubierto que el mundo es ancho y ajeno, pero a veces se queda como perdido y me mira, hace un puchero, lloriquea y pide que lo rescate. Yo voy, lo cargo, lo mezo, lo arrullo y al ratito grita otra vez por su "piiiiso, piiiiso mamá ¡no quiero nada contigo! ¡tus brazos no son suficientes!".
Hay que ver que la maternidad es una cosa seria, porque cada experiencia es única e irrepetible. Con mi primer hijo, yo quería pronto verlo caminar, pronto verlo comer, pronto verlo correr... me leía los libros sobre el primer año de vida y casi casi iba pre-escribiendo el paso siguiente que le tocaría recorrer. Con Andrés consulto el mismo libro de vez en cuando y recurro a él más bien por urgencia que por ocio... me olvido de qué mes está cumpliendo (y debo hacer el recorrido mes a mes con el uno, dos y tres de los dedos para responder con verdadera certeza, un poco lo que me pasa ahora cuando me preguntan la edad...) y no vivo tanto en lo que hará pronto, sino que disfruto todo lo que puedo en el hoy y ahora.
Pero estos días me dió no se qué... porque me di cuenta de que cuando caminan, ya se va el bebé de sólo cargar, el redondito que a cuatro patas anda husmeando su baja existencia, el que hace viejitas con su rostro desdentado y cinco lobitos con su manita rechoncha y contorneada. El roro, el chuchi, el ñeñe, el baboso, el que llora porque le sale un diente, el que se calma con un pedazo de pan duro, el que se canta solo por las noches para dormirse... en fin, el bebecito este que me tiene la existencia dividida.
Cada mañana cuando lo dejo en la guardería me voy "con el alma partía" y suspiro porque qué compleja es la vida: quiero hacer mi trabajo y al mismo tiempo me gustaría estar ahí todo el tiempo para él (un año se pasa en seguida -me digo- y no se repite más, y yo me lo pierdo cada día que paso trabajando, lo tengo sólo en las madrugadas, en las tardes y los fines de semana). Pero así es la vida. Por eso, este día de la madre, brindo por el chuchi limpiapisos ¡mi querido tractor de contundente voz! y todos los chuchis del mundo...

11.5.07

Día-de-la-maddddrrrre

Y en el día de la madre no podía dejar de escribir algo... ¡¡llamándose el blog dias-de-madre, digo yo!!! ¿no? pero la verdad, aunque tengo un hijo ya de tres años, hoy fue mi estreno como día de la madre con niños en el preescolar. Tanto así que tuve que repartirme un ratito en la escuela de Daniel y otro rato en el maternal de Andrés. Al fin pude con todo, inlcuso con una obra de teatro que tenía que presentar por la tarde.
Sucede que Daniel tiene toda la semana diciéndome "no te lo puedo decir pero en el día de la maddddrrrre te vamos a vestir de princesa", "no te lo puedo decir pero en el dia de la maddddrrre te vamos a poner una carita feliz", "no te lo puedo decir pero te vamos a hacer una fiesta lechosa en el día de la mamá" (lechosa para él es todo lo que es bueno y divertido, lo inventó un día que le pregunté ¿cómo la pasaste? y me dijo "lechosa" y luego le dio tanta risa que siguió usándolo, hasta un día que no lo pasó tan bien y me dijo "la pasé lechosa, pero un poquito negra").
Finalmente llegó el día y lo lechosa era que nos iban a llenar de pies a cabeza con cremas de belleza hechas por los niños, asi que terminamos todas las madres embadurnadas en una especie de Spa un poco estresante... pero muy divertido, porque nuestros
hijos nos amasaban, nos mojaban, nos restregaban mientras alrededor cundía el caos más
absoluto. Estaban las madres que disfrutaban, las que quedaron espantadas con la idea, a las que los hijos no querían "amasar"
porque "qué fuchili mamá", y estaban las que se reían de todo. Yo me reí y disfruté y por suerte a mi hijo no le pareció tan pringosa la mezcla.

En resumidas cuentas ¡la pasamos lechosa!
¡qué suerte, porque el día de las madres la pasamos madddrrre!

8.5.07

La flor del aceite

Hoy mi esposo me tenía una sorpresa: al entrar a la casa, me encontré estas flores en la mesa del comedor, con una nota que tenía un poema mío sobre los girasoles y un post firmado que decía "te amo"... Todos los días hay muchas cosas que se viven por las que uno tiene que agradecer a la vida el hecho de estar, de ser, de pertenecer, de querer... pero cuando llegas a la casa con tus niños, tu compra de supermercado, sumida en la cotidianidad más pura y tu marido te regala unas flores con una nota de amor, cómo explicarlo...¡¡te regalan flores de las flores!! Como decia ese poema de no recuerdo quién: una rosa es una rosa es una rosa. Un girasol es un girasol es un girasol. Y mi esposo me ama y yo a él. Aunque a veces con dos niños pequeños nos acostemos cansados y sin fuerzas.
Mi hijo Daniel se empinó sobre la mesa todo contento y exclamó ¡flores! y yo le tuve que explicar cómo se llamaba esa flor y por qué. Mi amor, es que gira hacia el sol... y el dice: "¿Se parece a un sol, verdad que si?"
Todos los días hay que agradecer. Hace más de diez años escribí este poema en Italia sobre un campo lleno de girasoles que de un día para otro desapareció de mi vista -cortado por una máquina. El hecho me produjo tanta tristeza que tuve que escribir... y hoy, en una mesa de comedor, las mismas flores cortadas que en vez de irse se quedan -y sin embargo siguen ahi, cortadas- me producen una sincera felicidad.

He aqui el poema:

La flor del aceite

se alza
por encima de nosotros

Un camino la dibuja
desde aquí

Vino para vernos

Restituyó la palabra al entorno

Quedó verde

Cortada


7.5.07

El recital

cuadro de Alfredo Herrera


El recital-performance de mi último libro aún no publicado quedó hermoso. Lo disfruté plenamente, haciendo una especie de entrega formal del amor que guardaba "en el hielo de un bolsillo". Como todas las cosas que hago por ímpetu, me dediqué una semana intensa preparándolo todo: la música, las luces, los objetos, las imágenes. Incluso grabé mi voz en un estudio de sonido y mezclé hermosas piezas escogidas a pulso.
En los ensayos -que hacía en mis tiempos robados al teatro y a los hijos- llegaban las imágenes como si vinieran del cielo y lo monté todo casi sin esfuerzo (¿un ángel me lo iba dictando?). El día del recital, llegué temprano al lugar -a eso de las doce del mediodía- y estuve como una hormiga montando las luces y cada detalle, cada objeto, cada cosa. Tuve tiempo de hacer un ensayo técnico y a eso de las cinco de la tarde ya estaba todo listo. Exhausta, esperé hasta las ocho... tic-tac-tic-tac... y estaba realmente confundida. ¿Qué era lo que iba a hacer? ¿una pieza de teatro? ¿iba a leer mis poemas? ¿todo junto y mezclado? Para colmo, mis hijos rondaban el lugar toda la tarde. ¿Quién era yo? ¿una mamá? ¿una poeta confundida? ¿una actriz de teatro? ¿qué buscaba con todo esto? Mientras tanto, me iba cambiando de ropa: un par de yeans y una franela eran sustituídos por el impecable traje negro de escena. Cuando salí del baño mi hijo Daniel se me quedó mirando con asombro y me preguntó con un poco de susto: -"¿Qué te pasó mama?" Yo le expliqué que era mi traje de hacer teatro y me preguntó aún más asombrado: -"¿Puedo tocarte?"- como para asegurarse de que su mamá seguía allí abajo, detrás de esa ropa desconocida.
El mejor regalo me lo hizo él al final de todo: se sentó en primera fila y estuvo toda la hora que duró completamente cautivado por el espectáculo. Nunca pensé que resistiría tanto tiempo sin chistar. Al terminar, aplaudió y se volteó para ver cómo toda la gente me aplaudía y con una sonrisa de oreja a oreja, lleno de orgullo, aplaudió con más fuerza... Cuando regresábamos a casa en el carro, yo le pregunté qué era lo que más le habia gustado. Me dijo: -"El teatro, mamá" y luego rectificó -"No, la poesía" y poniendo la voz grave, muy serio, como si recitara un poema dijo imitándome... "Segunda parte". Simplemente...¡me derretí en el asiento!
Otro hermoso regalo de la noche fueron todas las veces que mi esposo me dijo entre emocionado, admirado y derretido que qué bello todo lo que hice, que qué hermoso, que qué buenos los poemas que ya se conoce de memoria pero que así eran aún mejores, que había que repetir la experiencia, etc. etc.
Muchas veces en mi vida he trabajado para ser reconocida. Y no es que eso sea malo, pero esta vez no lo hice por eso. Esta vez me impulsó el amor -el amor incondicional que a veces nos impulsa a ofrecer cosas simplemente "porque sí" "porque lo necesitamos" "porque es una suerte de deuda feliz con el mundo" "porque hacer ese gesto de amor nos llena de gozo y felicidad", etc.- Y como me impulsó ese delicioso amor sin cambalache, todo fue tan pleno, tan suave, tan lleno. Además, estaba finalmente cumpliendo un gran sueño: unificar mi trabajo interior con mi trabajo externo (aunque el teatro que hago siempre se haya nutrido de la poesía, esta era la primera vez que me atrevía a hacer de mi poesía... un teatro).
Pero lo mejor, lo mejor de todo fue el "Segunda parte" que con voz grave e impostada mi hijo Daniel me regaló al final de la noche. Creo que nunca nunca lo voy a olvidar.

4.5.07

Aventura poética.

Mañana será un día especial: la que va a leer poemas en público esta vez seré yo. Y no sólo eso, sino que por primera vez los voy a compartir con el trabajo que hago, con el oficio de titiritera. Hay algo muy especial en ofrecer las cosas con las manos, como hacer comida, ponerla en los platos y hasta algo más prosáico como cambiar pañales o vestir un niño. Así también cuando se mueven los títeres con las manos, algo muy íntimo se ofrece en el acto. Y si además de eso se leen los poemas que una misma escribió... pues no sé, ¡es la ofrenda total! Y que gozo tan grande siento en esto de entregar poesía y teatro juntos (realmente es "un acto de amor" porque se trata de eso, de un acto).
Me preocupa, eso sí, que llevaremos a los niños. ¿Cómo se portarán? ¿Se dormirá Andrés? ¿Podré concentrarme como si ellos no estuvieran presentes? ¿Lograré separar mi "cuerpo de madre" de mi "cuerpo poético"?. Ya contaré en otra entrega cómo fue la experiencia real.