La ruleta rusa.
Este fin de semana murieron dos niños: el primo y el hijo de una amiga en un trágico accidente al bajar a la Guaria. Una gandola perdió los frenos y se llevó una cantidad de carros, entre ellos el carro de mi amiga lleno de niños. Un día antes nos encontrábamos tranquilamente cortándole el pelo a nuestros hijos en una peluquería infantil. Conversamos cosas de madres de dos varones. Ella con los suyos, yo con los mios. Ambas bajaríamos a la Guaria a descansar. Ella el viernes con los suyos, nosotros el sábado con los nuestros. A ella le tocó la ruleta rusa. A mi no.
Al enterarme el domingo de toda esta trágica y terrible historia, me quedé embotada de dolor, pero lo primero que pensé -¡que terriblemente egoísta es el amor a los nuestros!- fue que gracias a Dios no me había pasado a mi, ni a mi hermana que iba a bajar a la Guaria con sus niños ese mismo viernes, ni a mi papá ni a mi mamá que estaban en camino de bajar. Corrí a abrazar a mis dos niños y me quedé así, por un rato, como sin los sentidos puestos, sólo con el gracias a Dios rondando en mi cabeza. Aún sigo en ese estado de embotamiento, porque no hago sino preguntarme y volverme a preguntar que cómo hace una madre para armarse de valor y seguir con vida cuando un hijo suyo está así, de pronto y sin aviso, tráficamente muerto. No lo sé, la verdad que no... Ojalá Dios le de la fuerza para seguir y estar en pie, porque aún es madre de otros dos niños. Ojalá... Por otra parte no sé qué otra cosa hacer con este dolor, sino compartirlo con otras madres.
Al enterarme el domingo de toda esta trágica y terrible historia, me quedé embotada de dolor, pero lo primero que pensé -¡que terriblemente egoísta es el amor a los nuestros!- fue que gracias a Dios no me había pasado a mi, ni a mi hermana que iba a bajar a la Guaria con sus niños ese mismo viernes, ni a mi papá ni a mi mamá que estaban en camino de bajar. Corrí a abrazar a mis dos niños y me quedé así, por un rato, como sin los sentidos puestos, sólo con el gracias a Dios rondando en mi cabeza. Aún sigo en ese estado de embotamiento, porque no hago sino preguntarme y volverme a preguntar que cómo hace una madre para armarse de valor y seguir con vida cuando un hijo suyo está así, de pronto y sin aviso, tráficamente muerto. No lo sé, la verdad que no... Ojalá Dios le de la fuerza para seguir y estar en pie, porque aún es madre de otros dos niños. Ojalá... Por otra parte no sé qué otra cosa hacer con este dolor, sino compartirlo con otras madres.