29.12.06

Otra vez Navidad

De pequeña, la noche del 24 me acostaba con el corazón en la boca. La emoción de abrir los regalos, de esperar un mes, una semana, un largo día... el ruido de los papeles abriéndose estrepitosamente, los gritos de mis primos, la algarabía de los mayores. Luego crecí y la Navidad siguió emocionándome porque aún los regalos despertaban algún interés, pero nunca fue igual. Años más tarde, ya adulta y sin hijos, la Navidad era una especie de ilusión acartonada: ver a los sobrinos con sus risas, estar con la familia, cocinar platos ricos, comer en una gran mesa, prender velas, escuchar aguinaldos. Pero en el fondo, en el fondo, una gran tristeza porque ya el niño Jesús no llegaba a mi cama...
Con gran emoción, puedo contar que esta Navidad otra vez el niño Jesús vino a mi cuarto. Me acosté de nuevo como cuando era muy pequeña, con el corazón que iba a saltar de mi pecho... pero extrañamente, por primera vez en mi vida, estaba más emocionada porque mis hijos iban a abrir sus regalos, porque mis hijos iban a vivir la Navidad recién estrenada para ellos y hecha en parte por nosotros los grandes. Me preguntaba cómo reaccionaría Daniel ante su bicicleta nueva, cómo ante el piano y los títeres. Y aunque Daniel no mostró casi interés alguno en abrir los siguientes regalos (quizás con un sólo juguete le hubiera bastado) yo estrené de nuevo una Navidad de aquellas infantiles como cuando sacaba torontos del pequeño árbol que mi abuela colocaba en la puerta de su casa.

20.12.06

Un poema para Marga, que va nacer...




¿Qué hay
cuando finalmente abrimos una flor?

¿En qué cosa líquida
se convierte?

Sonia González - El único vuelo

18.12.06

El niño Jesús llegó de puntillas

Las navidades con niños sobre todo sirven para rememorar las propias infantiles. Dormir en casa de mi tía con los zapatos en la puerta del cuarto, frente a un largo pasillo. Despertarse de madrugada con el ruido de todos mis primos y hermanos abriendo los regalos al mismo tiempo. El caos de papel de regalo y mi abuela pacientemente guardando, plegando y metiendo en una bolsa los papeles usados para volverlos a usar otro año. Los padres a la espera de nuestras sonrisas y sorpresas. El niño Jesús en alguna parte que no se sabía dónde estaba. Mi tía un día descubierta in fraganti, de puntillas, poniendo los regalos en el arbolito.
Luego todos crecidos y con la primera camada de niños, en el mismo pasillo pero más numerosos y la misma algarabía. Yo por muchos años sin los míos porque aún no habían nacido Daniel ni Andrés, pero disfrutando de cómo los sobrinos disfrutaban. Ahora mis sobrinos adolescentes, algunos de los hijos de mis primas adolescentes y la segunda camada de niños volviendo a las andadas. El niño Jesús y Santa por alguna parte. Mi hijo Daniel esperando su primera bici.
Andrés aún está muy pequeño y no se enterará de casi nada, pero para Daniel es casi su primera navidad "con ansias". Para mi y su papá también. He comprado sus regalos sintiéndome yo misma el niño Jesús... con el corazón en la mano (¿o en la boca?). Con la conciencia de que con otra navidad en el pasillo de mi tía dibujaremos "algo" muy grande en su memoria. Y las nuestras. Y pensar que esperé tantas navidades por cumplir a cabalidad con ese lindo papel de niñito Jesús. ¡Qué rico!

12.12.06

El cuarto de Marga

Pronto Marga va a nacer. Marga es casi una sobrina pues estoy hermanada por una larga amistad con Danilo, su papá, con quien trabajé muchos años en Italia. Los dos somos titiriteros de oficio y ahora compartimos esta nueva y complicada profesión: "padres añosos"
Estoy muy emocionada y espero con ansia que me llamen por teléfono desde Italia para decirme: "¡Ya nació!".
En uno de sus últimos email Danilo me contaba sobre la habitación de Marga, y eso me hizo recordar la impaciente espera de ese último mes, de las últimas semanas, de los últimos días.
Los nueve meses son tan largos, tan cambiantes, que en el último trimestre se hace urgente "preparar" la llegada del bebé con la importantísima tarea de hacer y organizar su cuarto. Cada cosa hecha es pensada, medida, cosida, manoseada, sudada, bordada, clavada... cada papá pone un poquito a su manera como sabe, como puede, como quiere. Unos compran todo. Otros se ponen a fabricar los muebles. Otros lo hacen en el último momento. Otros comienzan casi desde el primer mes. Otros coleccionan cosas de familia.
Eligiendo el estilo y el color del cuarto de mi primer bebé me pasó algo que ahora me hace morir de la risa...Recuerdo que pasé más de una hora decidiendo la forma y el tipo de rodapié, más tiempo aún decidiendo el color de la habitación, y mucho más tiempo pintando el cuarto de un color amarillo quemado. Con gran dificultad, embarazada de seis meses, pinté el cuarto con la ayuda de mi hermano. Cuando mi esposo llegó, quedó horrorizado y cambió completamente las señas. "¡Necesitarás paz para amamantar a un bebé pequeño, no estos colores tan chillones!". Recuerdo que discutimos y finalmente él tuvo la razón. Volvimos a pintar todo. Compramos otro rodapie. En fin... hacer el cuarto de un niño es también de alguna manera comenzar a criarlo.
Pero la cosa que más recuerdo es cómo ese cuarto respiraba por las noches. Danilo también lo siente así. Esa presencia extraña, desconocida y amada flota en el aire de la habitación donde muñecos, tules y móviles esperan también y todo nos causa una extraña mezcla de temor y felicidad.
Recuerdo cómo entraba por las noches y me sentaba a mirar las cosas esperando que ellas me hablaran, insomne, perturbada y me preguntaba cómo sería ese bebe que iba a llegar, cómo lo escucharía llorar, cómo se movería allí mismo... metido en esa misma cuna. Cómo sería mi amor. Cómo. Era una pregunta que no tenía respuesta, porque aunque lo llevaba adentro de mi, lo sentía moverse e incluso lo había ya visto en un eco tridimensional ¡era un completo extraño!...Ni siquiera sabía lo que significaba eso tan manido de "ser mamá". Por más que me esforzaba no alcanzaba a comprender el Gran Milagro. Y puedo decir que esa habitación viva respirando que tanto me intrigaba me preparó de muchas formas para recibir el diploma de mamá. ¿Será por eso que la habitación de un niño pequeño guarda tantos hermosos misterios?

10.12.06

C'est la vie...

Voy en el carro conversando con mi esposo y sentencio en voz alta:
-Así es la vida- Mi hijo Daniel, acostumbrado a repetir todo lo que oye como un lorito, repite -La vida-. Yo divertida, por juego, le pregunto: -¿Y tu sabes qué es la vida?- segura de que va a responder cualquier cosa. El se queda muy serio pensando y me dice: -Sí, la paz- Yo pienso que es una casualidad y ha respondido sin saber de lo que hablamos y le vuelvo a preguntar: -Si, eso es la vida, ¿y qué más?- a lo que responde: -Mi papá-. Emocionada, vuelvo con la pregunta: -Si, eso también es la vida, ¿y qué más?-. Se queda un rato pensando y me dice: -También las plantas-
Los niños son un concentrado de sentidos. Mientras aprenden a hablar, pueden realmente exprimir el jugo del sentido primigenio de una palabra para devolverte a sus raíces, como lo hizo ese día al resumir sin problemas que la vida es (¿o debe ser?): estar sereno -y feliz-, estar con la familia y con la naturaleza.

Algo que me hace reír mucho: para Daniel las chucherías saladas como los chicharrones o las papitas fritas son: ¡caramelitos de pollo!

6.12.06

Churrucuchú...

Andrés cumple cinco meses. Su mirada es penetrante y a la vez dulce. Es un niño pácido, alegre y tranquilo. No llora sino cuando tiene hambre, cuando está aburrido, cuando lo he dejado solo demasiado tiempo. Me exige tan poco que a veces se me olvida que soy mamá de un niño muy pequeño. El hijo mayor me llama, me busca, me grita, se monta sobre mí, llora y patalea demostrando de muchas maneras los celos naturales de quién siente su puesto robado. Andrés no exige sino ser amamantado a la hora que le toca, ser cambiado o bañado -cosas simples que alguna vez me parecieron muy complicadas, pero que ahora, con un hijo de casi tres años merodeando alrededor de mis faldas, me parecen hasta ejercicios relajantes de la maternidad...-. El día a día con dos niños pequeños, un trabajo donde soy jefa de otros, un hogar y un marido, es como para "sentirse borrada en el más allá". Pero, a veces me detengo en la cara de mi hijo pequeño, escruto sus ojos profundos y oscuros, veo cómo abre y cierra sus largas pestañas, cómo gira su cuello buscando un sonido nuevo, cómo se chupa sus pies recién descubiertos y pregunta mi amor más profundo: "¿Cómo eres? ¿qué traes? ¿qué tienes?" y aprovecho para besar sus gordos cachetes, para sacarle risas-de-vientre (esas que sólo los niños tan pequeños nos brindan, risas desnudas y sinceras, puro ombligo, puro cielo...), aprovecho para escuchar sus gorgoritos, o para, mientras duerme, escuchar cómo respira y cómo se acomoda calentito en mi hombro.
Es una frase común eso que te dice la gente: "aprovéchalos, porque crecen muy rápido"... ¡pero es una frase tan cierta! Sólo un mes van a tener un mes de vida... sólo un mes van a tener dos meses... sólo un mes van a tener tres, cuatro, cinco meses. Meses en los que un niño cambia velozmente, y cada día que pasa ocurre algo nuevo. Con el primer hijo sentía tanto cansacio, estaba tan complicada por aprender a ser mamá que esperaba con ansias que hiciera lo que los libros decían que debía hacer y el tiempo me parecía eterno. Ahora miro las fotos y me parece increíble que todo eso haya ocurrido y sea parte del pasado. Otra vez la vida me brinda el espectáculo de un nuevo hijo que crece en su primer año, y otra vez me encuentro ocupada en distintos menesteres: pero me gustaría estar sólo contemplando y disfrutando segundo a segundo cómo cambia mi pequeño bebé. Pero en fin... debo apurarme para olerlo, para estrujarlo, para mecerlo, para cantarle todo lo que quiera. El tiempo pasa y muy pronto ¡no será mi bebé!